Homenaje
La Nación, 29 de agosto de 2003
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Mi primer
contacto con Carlos Nino fue un acto de generosidad de su parte: me
confió una carta que me abrió las puertas de los ámbitos
universitarios europeos cuando realizaba mis estudios de posgrado.
Descubrí entonces su prestigio y dimensión internacional,
paradójicamente no equivalentes al reconocimiento más tibio que
recibía en nuestros medios académicos, menos proclives a los elogios.
Su respuesta silenciosa era el trabajo incesante en tiempos fundacionales, cuando había que recuperar la República después de los largos años oscuros de la dictadura. Era dueño de una inusual capacidad para el debate crítico y pluralista y de una gran vocación patriótica que lo llevaron a pensar y a escribir sobre los grandes temas de la transición. Su temprana muerte, sobrevenida en La Paz, a los 49 años, provocó la congoja de los intelectuales de Oxford y de Yale, donde había dejado su impronta de hombre sencillo y, a la vez, sobresaliente. No pertenecí al grupo de sus discípulos dilectos, provenientes de la filosofía del Derecho y hoy agrupados en la Universidad de Palermo, pero tuve el privilegio de colaborar con él en el Consejo para la Consolidación de la Democracia, junto a otros entonces jóvenes constitucionalistas, entre quienes también estaban Daniel Sabsay y Roberto Gargarella. El homenaje que se le tributará hoy en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires coincide con el Día del Abogado y el nacimiento de Juan Bautista Alberdi. Nada más justo para quien se dedicó con espíritu alberdiano al análisis de nuestro sistema constitucional, abogando por la superación de las deformaciones hegemónicas del hiperpresidencialismo y proponiendo una articulación más racional del debate político y del diálogo crítico para el fortalecimiento institucional basado en el consenso. Desde el derecho constitucional le rendimos tributo, lamentando que su voz particular no pueda oírse en los debates de nuestros días. |
Carlos Santiago Nino: 1943 ~ 1993 |