A partir de ese momento, en la fracción de la izquierda revolucionaria donde milité durante muchos años—seis o siete años muy intensos, históricamente plagados de acontecimientos—, aprendí a razonar contra todas las evidencias. Porque razonar desde esa secta marxista-leninista era hacerlo contra todas las evidencias, no las que podían ser construidas por un observador objetivo de la realidad, sino también contra las que se le aparecían a cualquiera de los compañeros que se levantaba y leía los diarios cotidianamente, que leía La Nación. Lo que había instalado el partido en todos nosotros no era la desconfianza frente a las informaciones burguesas sino, simplemente, otro sistema de datos que reemplazaba al que venía de los diarios, de los libros y de la gente. Ese partido razonaba contra todas las evidencias y por eso terminó—ese fue el momento en el que yo me fui—caracterizando al golpe de Estado del ’76 como un golpe prosoviético; fue la culminación de un razonar contra toda evidencia.
Beatriz Sarlo, in Javier Trímboli (ed.), La izquierda en la Argentina, Buenos Aires, 1998, p. 226