[La] perspectiva según la cual la política de derechos humanos de Alfonsín consiste no en una iniciativa definida a partir de su visión del problema y de la democratización, sino en un freno a opciones más audaces (cuyos supuestos impulsores no se identifican con claridad) […] ignora que, hasta que avanzaron las iniciativas del propio Alfonsín, la opinión mayoritaria dentro y fuera del Congreso era más bien escéptica respecto a la posibilidad de lograr algún grado de justicia. El presidente no respondió a una presión social preexistente, más bien ayudó a crearla (sin calcular lo mucho que le costaría controlarla).
Marcos Novaro, Argentina en el fin de siglo: democracia, mercado y nación (1983-2001), Buenos Aires, 2009, p. 39, n. 19