El objetivo de la guerrilla nunca fue la defensa de la democracia sino la instauración de una dictadura de otro signo, pero igualmente sangrienta; su modelo era el castrismo. Quienes habían desdeñado por “formalismos burgueses” los derechos humanos y las garantías constitucionales y sometieron a sus enemigos a cautiverio y muerte deberían haber obrado en consecuencia cuando fueron tomados prisioneros y no ampararse en derechos en los que no creían. Menos aun tenían los antecedentes necesarios para ser, una vez restablecidas las instituciones de la república, funcionarios en los gobiernos democráticos y representantes de las organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Juan José Sebreli, Cuadernos, Buenos Aires, pp. 304-305