Es común que se diga […] que los argentinos no desaprobamos socialmente [la evasión impositiva], y me parece que ello ocurre en parte porque no se percibe el carácter socialmente dañoso que ella tiene. La respuesta de muchos es que “no vale la pena pagar impuestos, porque ellos solo sirven para que se los roben los funcionarios, o para pagar la ineficiencia estatal”. Es obvio que esta respuesta carece de base racional: por más corrupción que haya o por más ineficiencia que afecte a la administración pública, ella solo puede incidir en una proporción marginal en el destino de los impuestos. Que una parte importante de las contribuciones tienen un destino de bien público lo atestigua la existencia en el ámbito público de escuelas, universidades, bibliotecas, fuerzas de seguridad y de defensa, calles y rutas, parques, etcétera. Parece que la desconfianza al Estado que se da típicamente en nuestro país obnubilara la relación causal entre las contribuciones de los ciudadanos y los servicios públicos que los mismos ciudadanos utilizan. Es como si aquellas contribuciones las absorbiera el Estado para beneficio de los funcionarios, y los servicios se financiaran con maná del cielo. Es muy difícil encontrar a alguien que perciba en la evasión impositiva de otro un daño directo para sus intereses.
Carlos Santiago Nino, Un país al margen de la ley: estudio de la anomia como componente del subdesarrollo argentino, Buenos Aires, 1992, pp. 188-189