No imaginen que yo estuviera ansioso por conducir a Perla a uno de esos antros costosísimos, pero el caballero se reconoce en que apechuga de tarde en tarde. Por lo demás yo especulaba con las relevantes ventajas que en la ocasión proporcionan tales comercios: la infalible mecánica del alcohol, de la oscuridad y del baile, a la par de las oportunidades de pellizcar, al amparo de la oscuridad mencionada, mis bocaditos de aceitunas, queso y maní.
Adolfo Bioy Casares, ‘Ad porcos‘, in Historias de amor, Buenos Aires, 2004, p. 191