[L]a mera gratuidad negativa—el no tener que pagar aranceles—es insuficiente y hasta hipócrita: todos sabemos que el mayor costo de la enseñanza universitaria no está dado por el eventual pago de aranceles, sino por el pago de libros y otros materiales y, principalmente, por el lucro cesante para estudiantes que no tienen medios de vida propios para atender sus gastos de subsistencia y los de su familia durante el período de estudios, que cada vez exigen una concentración más plena e intensa.
La gratuidad debe ser positiva y debe necesariamente incluir becas y otros medios de ayuda efectiva para facilitar una igualdad de condiciones reales en la necesaria dedicación a los estudios. Si tales becas sólo pueden subvecionarse con el pago de aranceles por parte de los estudiantes pudientes, únicamente un prejuicio, fruto del pensamiento “blando” […] puede oponerse a ello.
Carlos Santiago Nino, ‘El discurso blando sobre la Universidad’, Propuesta y control, vol. 12 (July-August, 1990), pp. 130-131