El desaprensivo apoyo de Sarmiento a la destrucción de las formas primitivas de comunidad no significaba, sin embargo, como sostienen sus enemigos, una concepción antidemocrática. Podía despreciar a las masas ignaras, pero dedicaba todos sus esfuerzos a educarlas. Su contrapartida era Rosas, quien adulaba a las masas pero cerraba escuelas para mantenerlas en su estado de ignorancia, sumisas y fáciles de manipular.
Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentinas: los orígenes de la crisis, Buenos Aires, 2002, p. 25