James Randi, ilusionista estadounidense, fue el principal responsable de dejar en claro que el mentalista israelí Uri Geller no tenía poderes paranormales. Geller se hizo mundialmente famoso en la década del ochenta doblando cucharas y arreglando relojes por televisión. Proclamaba poseer dotes mentales sobrenaturales. Gracias a James Randi sus afirmaciones quedaron en ridículo, y su influencia sobre el pensamiento académico fue neutralizada en momentos en que muchos investigadores comenzaban a conjeturar la existencia de leyes ocultas de la física que merecían estudios e inversiones científicas, olvidando hacerse una pregunta prudente ante cualquier clase de afirmación extraordinaria: ¿Qué es más probable, que todas las leyes de la física que conocemos estén equivocadas o que una persona mienta para hacerse rica y famosa?
Andrés Rieznik, Neuromagia: qué pueden ensenarnos los magos (y la ciencia) sobre el funcionamiento del cerebro, Buenos Aires, 2015, p. 32