No creo que yo sea un cara pálida ni un piel roja, pero las chicas igual se interesan por mí. Las seduzco con la palabra. Un amigo en Adrogué, Ribero, que jugaba muy bien al billar, era un soltero empedernido, siempre decía que la mayor hazaña de su vida había sido llevarse una mujer a la cama sin haberla tocado nunca. “Sólo con la voz y las palabras, la seduje”, decía.
Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi: años de formación, Barcelona, 2015, p. 48